Diario de Pepín. Día 107

Yo no sé si todos los inviernos van a ser como este, pero, para ser este el primero que a mí me toca vivir, yo diría que está un poco revuelto. A lo mejor esto es lo normal y yo no lo sé porque no puedo comparar. Mamá, que conoce muchos más inviernos que yo, protesta con tanta lluvia y con tanto viento, de modo que no debe ser esto lo normal.

Ayer cerraron el parque; dijo mamá que por peligro de que cayeran los árboles. Nosotros íbamos por la acera, y de pronto, vino un golpe de viento y le dio la vuelta al paraguas de mamá. A mí no me gustan demasiado los paraguas, tienen una forma muy brusca de abrirse y  a veces me asustan, pero el de ayer me dio mucha pena. Tenía los bracitos rotos, colgando, y el vestido arrancado casi del todo. Mamá dijo que íbamos a una papelera, como cuando tiramos las bolsas con mis cacas, y yo ya me imaginé para qué. Se conoce que los paraguas son muy sensibles a esto del viento fuerte, porque en la papelera ya había otros dos desvencijados y otro en el suelo. Podría decirse que ayer vi cómo se moría un paraguas, y a otros tres ya muertos del todo. Estará orgulloso el viento de pelear con gente tan débil…

Nosotros, después de esto, aguantamos como pudimos; yo, con mi impermeable, que me tapa bastante, pero no todo, y  mamá mojándose entera por no tener paraguas. Como en la ducha pero con el agua más fuerte. Diría yo que el viento y la lluvia no son amigos de la gente y de los perros, porque así no hay quién disfrute de un paseo. Hasta yo me doy prisa en hacer caca porque me da pena que mamá se moje.

Diario de Pepín. Día 88

No sé esto de la lluvia en qué va a acabar, que venga a caer y caer y ya ni riegan la hierba, ¿para qué? Que no me gusta un pelo, lo tengo claro, pero es que mamá me ha comprado un artilugio que dice que es un impermeable y que me gusta tan poco o menos que mojarme. Bueno, al menos, de momento.

Apareció con él y en seguida le vi las intenciones y, aunque se lo dije –orejas gachas y esa mirada que provoca conmiseración según dice ella-, cuando mamá ha decidido algo no sirven miramientos. Yo no quería salir de casa, tuvo que sacarme a rastras. Pero me sacó. ¡Vaya si me sacó! A ver, que luego no estuvo tan mal, que pudimos pasear bajo la lluvia, ella con un paraguas –que tampoco me hacen gracia con esa forma que tienen de desplegarse, que parece que van a explotar- y yo con mi impermeable. Al día siguiente, como ya sabía de lo que iba, pues protesté un poco –no iba a ceder a la primera-, pero estuvo mejor y total, ahora ya sé que, si me lo pone, es que llueve. Y tengo que reconocer que es mucho mejor salir con impermeable que quedarse en casa por la lluvia. ¡Eso, lo último!